Entre las multitudes, otra multitud tejía redes y códigos propios, alternativos a los de la sociedad montevideana hacia 1950. Esto fue particularmente cierto para los hombres homosexuales, quienes “trillaban” la avenida en busca de pareja. El levante se desarrollaba a través de un juego de miradas furtivas y palabras secretas, que funcionaban como prácticas aprendidas de autocuidado debido a la creciente frecuencia de chantajistas que exigían dinero a cambio de silencio.
Esta realidad se inserta en un contexto de aceptación tácita de las disidencias sexuales por parte de la sociedad montevideana, mientras estas se mantuvieran en el ámbito privado. Si bien el estado uruguayo seguía vigilando a las disidencias(1), la sociedad practicaba una suerte de “tolerancia opresiva”. Esta tolerancia opresiva era una expresión de una sociedad en la que solo las diferencias político-partidarias eran tenidas en cuenta en la esfera pública, mientras que la sexualidad y la identidad de género disidentes debían quedar enclaustradas en la intimidad.
De este modo, muchas personas disidentes vivieron con relativa plenitud el ejercicio de sus libertades, ya que solamente cuando la disidencia pasaba del ámbito privado al público se la perseguía y castigaba con violencia normalizadora, a través de instituciones como la policía y los hospitales psiquiátricos. No obstante y sin descontar las violencias que pudieran surgir hacia dentro de los núcleos íntimos.
Sin embargo, esa libertad no era tal. Muchos perdían su trabajo al volverse pública su sexualidad, eran echados de sus residencias y excluidos por sus familias. Además, los más vulnerables no contaban con un espacio privado propio, lo que los obligaba a transitar y reconocerse en la calle, generando circuitos de encuentro y sociabilidad como el de 18 de Julio.
Por eso, con eje la principal avenida de la ciudad, existían espacios y prácticas disidentes que compartían el entramado urbano cisheteronormativo. Se destacan bares, cafés, y otros lugares nucleados en el Centro, como el café Sorocabana, localizado en ese entonces en el edificio del lado noreste de la plaza Cagancha, que hoy alberga la heladería La Cigale, o la ex-Cinemateca, en Lorenzo Carnelli y Constituyente, entre otros.
Esa sucursal del Sorocabana, además de ser frecuentada por personalidades de la cultura montevideana como Mario Benedetti y Marosa di Giorgio, era también un lugar habitado por las disidencias sexuales de nuestra ciudad. Se lo relata como lugar de encuentros pautados, aunque el contacto físico entre los amantes citados en el café era mínimo o nulo.
La avenida 18 de Julio y sus alrededores continuaron siendo epicentro de la historia de las disidencias sexuales en Montevideo y de los movimientos por la diversidad. La plaza Libertad fue elegida como lugar de la primera concentración por el Orgullo en 1992, y desde entonces muchas Marchas han pasado por ese lugar.