Montevideo siempre fue diversa

Entre silencios y olvidos, la diversidad aparece y reaparece en los trescientos años de Montevideo y en su territorio.

Montevideo siempre fue diversa, aunque esa diversidad rara vez sea el centro de su Historia. En sus trescientos años, la ciudad ha sido testigo tanto de la represión como de la creciente aceptación de las disidencias. Ha presenciado la persecución, el odio y el ostracismo y ha visto a quienes los han enfrentado, revirtiendo graves desigualdades y brechas en el acceso a derechos elementales.

Montevideo siempre fue diversa, aunque esa diversidad rara vez sea el centro de su Historia. En sus trescientos años, la ciudad ha sido testigo tanto de la represión como de la creciente aceptación de las disidencias. Ha presenciado la persecución, el odio y el ostracismo y ha visto a quienes los han enfrentado, revirtiendo graves desigualdades y brechas en el acceso a derechos elementales.

Se sabe poco sobre esta faceta del pasado montevideano. Pero la tradición oral, los periódicos, los archivos judiciales, policiales y hospitalarios, la correspondencia privada y las fotografías confirman que las disidencias sexuales y de género siempre estuvieron disputando un lugar, luchando desde los márgenes por queerizar el espacio, para hacerlo suyo a partir de sus propias lógicas y sentires.

Actos de resistencia y lucha todos ellos que dejaron sus marcas en la comunidad. Fue precisamente esa memoria indolente y obstinada la que resistió el borramiento y el aniquilamiento simbólico de la presencia de la disidencia sexual y de género en la ciudad, y la que hoy, a través de diferentes instancias participativas y consultivas con el movimiento de la diversidad sexual y referentes comunitarios, definió estos lugares de memoria.

Cada uno de estos lugares nos hablan de episodios y espacios que permitieron forjar identidades y lazos, construir un “nosotros” y una lucha colectiva que con las décadas ubicó a esta ciudad como pionera en el contexto latinoamericano en el reconocimiento de los derechos humanos de la población LGNTNBIQA+.

Avistando ya la salida democrática, en setiembre de 1984 se funda “Escorpio”, la primera de muchas organizaciones sociales congregadas en torno a las identidades LGBTIQ+ en el Uruguay. Desde entonces y hasta ahora, los colectivos han reclamado el cuidado, la visibilización y la inclusión de las disidencias.

El fruto de ese trabajo, además de los derechos adquiridos y la creciente aceptación social, queda estampado en el lugar preferencial que hoy en día tiene la Marcha por la Diversidad en la agenda social y cultural montevideana. Lo que comenzó como una pequeña concentración en 1992 y una marcha de quinientas personas en 1993, hoy es una fiesta multitudinaria que celebra la diversidad de nuestra sociedad a la vez que reclama por los problemas que persisten.

Claramente, el camino no empieza en 1984, pero ¿qué había antes? Silencio y clandestinidad. Previamente, los lugares de encuentro eran baños de cines y cafés, playas, fiestas privadas, pensiones y moteles, y en términos generales las avenidas y la noche montevideanas. Había una cierta tolerancia, siempre y cuando la disidencia se diera puertas adentro. Se reconocían, algunes formaban parejas, pero guardaban en profundo secreto ese costado de sus vidas.

No todes se mantuvieron en el clóset. Hubo quienes decidieron enfrentar la norma cishetero cuando aún la aceptación no era moneda corriente, algunes incluso cuando la “sodomía” era delito. Se destacan, naturalmente, personalidades de la cultura. Escritores y escritoras, bailarines, actrices. Algunes ya conocides, otres cuya disidencia parece haber sido silenciada por la crítica y los historiadores de las artes.

Existe una contracara oscura, un costado de represión tanto social como estatal de las disidencias. Ya en 1923, el jefe de Policía declaraba su intención de limpiar la ciudad de “afeminados”. Incluso luego de que se decriminalizara la “sodomía”, las poblaciones disidentes siguieron siendo víctimas de detenciones “sanitarias” en pos del “orden público”, y también se vieron involucradas en medio de la persecución de la prostitución clandestina, a la que muches debían recurrir como único medio posible para ganarse la vida.

La tolerancia opresiva abría la posibilidad a la extorsión y a la aparición de listas en revistas y periódicos, así como al odio y al sensacionalismo. Muches perdieron sus trabajos y viviendas, otres fueron víctimas de crímenes de odio. Todo empeoró con la llegada de la dictadura, que una vez más volvió a proponer “limpiar” la ciudad de “la actividad perniciosa del homosexualismo.” Los primeros casos de VIH en 1983 contribuyeron a la estigmatización y la persecución una vez vuelta la democracia.

Contra ese pasado y esa realidad, surgen desde 1984 las primeras organizaciones sociales, que en el pasado reciente, y en especial desde el cambio de milenio, lograrían no solo acrecentar la aceptación social sino también una serie de conquistas políticas y legales.

Mucho de la memoria de la diversidad montevideana ya se ha perdido. Cuanto más atrás se adentra uno en el tiempo, más aparece solo como vestigios, como suposiciones. No queda ninguna duda, sin embargo, de que nuestra Historia es mucho más diversa de lo que tendemos a creer.