La relación entre las disidencias sexogenéricas y las distintas religiones es históricamente compleja. En Uruguay, donde la libertad de culto y la separación entre Estado e Iglesia Católica se consolidaron en 1918, la religión no ha estado ausente en la violencia histórica y los debates recientes en torno a los derechos de las disidencias sexuales
A pesar de la secularización, las religiones han seguido desempeñando un papel significativo en la vida social y cultural del país. Si bien el catolicismo ha sido la corriente dominante, la presencia de otras religiones, como las afroumbandistas o distintas corrientes cristianas, ha significado que no se pueda hablar de una actitud única frente a la diversidad sexual. La relación entre fe y diversidad sexual osciló entre el rechazo, el silenciamiento y la inclusión, dependiendo de las posturas de cada grupo religioso.
En particular, las religiones afrobrasileñas en Uruguay, como el umbandismo, se destacan por su apertura e inclusión de la diversidad sexual, no solo al ofrecer un espacio igualitario, sino también al reconocer el papel fundamental que esta comunidad ha tenido en la expansión de estos cultos en la región.
La historia del culto afro en Uruguay está ligada a la labor de dos pais travestis que introdujeron estas prácticas desde Brasil hace más de 70 años. Link Además, el umbandismo promueve la igualdad tanto en la jerarquía religiosa como en la vida comunitaria. Esta perspectiva inclusiva, junto con su rechazo a cualquier forma de discriminación, convierte a estas religiones en espacios de resistencia frente al estigma y la exclusión, en contraposición con las visiones condenatorias de las disidencias existentes en otros cultos.
Es sabido que dentro de la Iglesia Católica la postura institucional global ha sido de rechazo histórico, y nuestro país no ha sido la excepción. Basta con prestar atención a algunas declaraciones de Daniel Sturla y Nicolás Cotugno, el actual arzobispo de Montevideo y su predecesor, respectivamente.
En 2003, Cotugno, entonces en el cargo, afirmó en una entrevista que la homosexualidad era una “enfermedad” y la comparó con una patología contagiosa, sugiriendo que debía ser “curada” antes de que los afectados volvieran a la comunidad (Búsqueda, 14/8/2003). Sus declaraciones generaron un amplio repudio de colectivos de la diversidad y de actores políticos.
Posteriormente, el cardenal Sturla, en 2015, con un año en el cargo, expresó su preocupación por la educación sexual en las escuelas y la “ideología de género”, sosteniendo que estas promovían valores contrarios a la doctrina católica (El Observador, 19/10/2015). Este tipo de pronunciamientos han reforzado la percepción de que la jerarquía católica en Uruguay mantiene una postura conservadora y excluyente hacia las personas LGBT+.
A pesar de la postura predominante en la Iglesia Católica, algunas corrientes no católicas han tenido prácticas más inclusivas con las disidencias. La Iglesia Metodista, por ejemplo, ha desarrollado prácticas inclusivas, abriendo sus espacios para reuniones de colectivos sociales de la diversidad desde los años 90, organizando conversatorios sobre la temática, y, más recientemente, celebrando de matrimonios, convirtiéndose en 2022 en la primera institución cristiana en oficiar una unión entre personas del mismo sexo en Uruguay. Link
Además, la Iglesia Metodista ha promovido una lectura alternativa de los textos sagrados, enfatizando el mensaje de amor y justicia en lugar de interpretaciones restrictivas sobre la sexualidad. En 2018, un pastor metodista cuestionó algunas declaraciones de Sturla, señalando el riesgo de asociar lo natural con lo moral. Link
Es evidente que la postura de la religión cristiana sobre diversidad sexual sigue lejos de ser unívoca. Sin embargo, existieron y existen religiones que no predican el pánico moral y la represión de las libertades, construyendo espacios de inclusión y respeto.
En una ciudad como Montevideo, en la que la laicidad y la libertad de culto son pilares fundamentales de la convivencia, es crucial que los espacios religiosos reflejen la diversidad de la sociedad y contribuyan a la construcción de un tejido social más justo e igualitario.