La historia de la “Marcha por la Diversidad” puede remontarse hasta 1993, año en que se realizó, bajo el nombre “Marcha por el Orgullo Homosexual”, la primera movilización en Montevideo centrada en las orientaciones e identidades sexuales disidentes.
Construyendo sobre lo que había sido una temerosa convocatoria el año anterior en la Plaza Libertad, la marcha de 1993 reunió a aproximadamente 300 personas. Esos pioneros y pioneras cimentaron una tradición anual que se convirtió con los años en una de las marchas más convocantes del calendario sociopolítico de la ciudad de Montevideo.
Esas marchas originales, inspiradas por las experiencias regionales y globales, se llevaban a cabo en la fecha de conmemoración de los disturbios de Stonewall, Estados Unidos. Durante esos años, su foco fue la visibilidad como respuesta a la discriminación reinante en la sociedad uruguaya, una sociedad aún conservadora y que había marginado históricamente a la disidencia sexual hacia la clandestinidad, la precariedad y, en la mayoría de los casos, el clóset como forma de supervivencia.
Justamente por la pervivencia de la discriminación en nuestra sociedad, muchas personas asistían a las primeras marchas con sus rostros tapados, a fin de proteger su estabilidad laboral y social con el secreto de sus identidades. Además, algunos grupos “acompañaban” por la vereda, disimulando su participación.
Las Marchas por el Orgullo fueron, paulatinamente, haciendo mella en la sociedad montevideana, pero también recibieron la violencia de la prensa. Ese “carnaval gay”, como se lo llamó con fin despectivo, era tratado con evidente sensacionalismo. El foco estaba en los cuerpos, buscaba de ese modo la reacción conservadora, y, en general, no se hacía eco de las reivindicaciones políticas de la manifestación.
Uno de los momentos más significativos de esos años fue cuando, en 1997, la denominación de la Marcha pasó a ser “Marcha por el Orgullo de Ser”. Este cambio, causado por discusiones internas de la organización, respondió a la necesidad de visibilizar otras orientaciones e identidades que no se contenían dentro del término “homosexual”, como lesbianas, bisexuales, y la población travesti-trans.
La marcha continuó como tal hasta 2004. A pesar del cambio de nombre y las formas de convocatoria, la marca histórica de las Marchas por el Orgullo que sucedieron desde 1993 es innegable, y sin ellas no podría existir la multitudinaria movilización de hoy en día. Esa primera marcha, que se atrevió a mostrarse en el espacio central de la ciudad y romper el silencio forzado de tantos años; aquellos trescientos abrieron el camino del cambio para las generaciones futuras.
